El repertorio de ‘superalimentos’, es decir, aquellos cuyo patrimonio nutricional es de gran ayuda para nuestra salud, se engrosa cada día con nuevas incorporaciones. Hemos presenciado el boom de las bayas de goji, el kéfir, la moringa, el açai, las semillas de chía… Y ahora asistimos al estreno de otro producto, que cada vez acapara más protagonismo entre los devotos de las dietas ‘healthy’ y los ‘feed’ de Instagram: el baobab. Se trata de un fruto que procede del árbol del mismo nombre, también conocido como adansonia, pan de mono o árbol botella. Está conformado por ocho especies, seis de las cuales fructifican en la isla de Madagascar y el resto, en África continental. Posiblemente, a muchos consumidores les resulta familiar por el libro ‘El principito’, de Antoine de Saint-Exupéry, donde aparece mencionado en uno de sus capítulos, o ‘El rey león’, pues el tronco de este árbol era el hogar del babuino Rafiki en esta cinta de Disney.

Sea como fuere, lo cierto es que esta especie siempre ha gozado de un gran significado para la cultura africana, donde la consideran un símbolo sagrado y la veneran con numerosos ritos. Además, tiene un origen mágico, a juzgar por lo que cuenta una vieja leyenda. Según esta, dicho árbol era tan presumido que un dios tomó la decisión de darle la vuelta para colocar las ramas en la tierra y las raíces en la parte superior. Una teoría que encuentra su razón de ser en la particular forma que presenta: un tronco grueso y largo (oscila entre los 5 y los 30 metros), coronado con largas y frondosas ramas. Tampoco es casualidad que le hayan puesto el apelativo de ‘árbol de la vida’, pues tiene una longevidad de lo más privilegiada al pervivir hasta mil años. Tal y como hemos adelantado, de este árbol, cuyo nombre procede del árabe, que significa ‘padre de muchas semillas’, brota el fruto. Su popularidad ha traspasado fronteras, a pesar de que su aspecto le ayuda más bien poco, pues el exterior es ovalado y de marrón apagado; y el interior, seco y de color blanco roto, aunque depende de su grado de maduración. Sin embargo, regala un sabor agridulce de lo más delicioso.

No obstante, el verdadero atractivo de este fruto está en su patrimonio nutricional. Por ejemplo, es una excelente fuente de vitamina C y tiene casi diez veces más que las naranjas. Dicho de otra manera, 40 gramos proporcionan el 100% de la cantidad de ingesta recomendada para dicho nutriente. También conocida como ácido ascórbico, despunta por su acción antioxidante, pues combate los daños ocasionados por los radicales libres; vela por la salud del sistema inmune, por lo que ayuda a prevenir enfermedades; juega un papel fundamental en la producción de colágeno, un componente esencial para la cicatrización de las heridas, y la absorción del hierro, esencial para prevenir enfermedades como la anemia. También tiene cantidades significativas de vitamina B1 o tiamina, necesaria para la transformación de los alimentos en energía.

En el terreno de los minerales, no se queda nada escaso. Tal y como explica una revisión, que se encuentra recogida en la prestigiosa base de datos ‘Scienc Direct’, la pulpa tiene más cuatro veces más potasio que los plátanos, el doble de calcio que la leche y cinco veces más magnesio que el aguacate. El primero es esencial para la salud muscular o la función de los nervios; el segundo ayuda a mantener los huesos fuertes y a la movilidad muscular; y el tercero regula los niveles de azúcar en sangre e interviene en la formación de las proteínas o la función muscular. Tampoco se queda corto de hierro, que, como bien es sabido, es fundamental para la formación de la hemoglobina. Es más, dicha revisión, añade que contiene azúcares, pero no almidón. Además, es rico en fibra, que, tal y como hemos comentado en otras ocasiones, es una magnífica aliada del tránsito intestinal y la prevención de enfermedades cardiovasculares o la diabetes tipo II. Asimismo, atesora interesantes cantidades de polifenoles, los cuales contribuyen a regular los niveles de glucosa en sangre. De hecho, un estudio, esta vez publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, comprobó, tras añadir extracto de este fruto al pan blanco y agregarlo a la leche, que «el extracto de fruta de baobab reduce la respuesta glucémica, por lo que puede ser útil para quienes padecen diabetes tipo II».

Como hemos comentado, el baobab no es una novedad en las culturas al otro lado del charco. Así, en África usan la pulpa desde tiempos inmemoriales para la elaboración de salsas, las gachas e incluso la cerveza. En el mercado español podemos encontrarlo principalmente en forma de polvo, que se obtiene tras someter la pulpa a un proceso de secado y proporciona un gusto que recuerda a la nuez. Funciona muy bien como espesante de salsas o para los rebozados. Aunque también podemos añadirlo a los dulces, las pizzas, las sopas, los purés, los yogures e incluso a cualquier bebida caliente. En tiendas especializadas, es posible acceder al formato aceite y las semillas. Estas últimas van muy bien como ingrediente de ensaladas, sándwiches, dulces, batidos o helados. Por su parte, las hojas también son comestibles y admiten usos similares a las espinacas.

Autora: Sonia Fernández

Fuentes: www.alimente.elconfidencial.com

 

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